El viernes salí tarde de trabajar. El aire se había tornado cálido y cargado de olores. No tenía ganas de entrar en casa y fui rezagando la vuelta... a unos pocos metros de casa me senté en un banco de la plaza vecina, a disfrutar de la llegada de la noche y la vista de este inmenso fresno que reina imponente en la plaza. Sus hojas menudas recortadas en racimos me evocaban cuadros góticos y grabados medievales..
Y los colores se fundían y empastaban ya todos en la suave luz vespertina... era hora de recoger.
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