El Domingo montamos Sonia y yo las bicis al tren y ni cortas ni perezosas nos fuimos a Bernau, para pedalear 12 Kilómetros al Liepnitzsee, que tanta gente me había hablado de él, y yo cuatro años en Berlin y aún no lo conocía. Es un lago de origen glaciar, entre un bosque de hayas inmensas y rectas como pilares de una catedral gótica.
No hizo tanto sol ni calor como los días de atrás.. pero con ese agua quieta, tuquesa y transparente como un cristal, era pecado volver sin darse un baño. Y mereció la pena, el agua templadita era una caricia..
Encontré un ciervo volante, el más chiquitín que nunca vi.. y sí, vi una serpiente gorda y escamosa deslizarse en el agua también.. pero no me importa, por suerte aquí no hay serpientes venenosas!